La Pinilla.

Ayer, jueves diez, me levanté con la mente confusa: por un lado tenía muchas ganas de mostrar mis propuestas y debatirlas con el director de la Estación, por otro tenía una gran duda de si de verdad iba a oir mis propuestas y lo que es más difícil, intentar realizar las que le parecieran bien.
No dejaba de darle vueltas, en momentos pensaba que no serviría para nada.

A las doce del medio día me encontraba en la oficina, pregunté por él y me dijeron que llevaba una mañana bastante liada, al poco entré en su despacho.
Un despacho que transmite gran actividad.
Una vez sentado saqué de mi carpeta una hoja en la que llevaba unos apuntes muy mal presentados, pero total, había ido a hablar y proponer, no a entregarlo.
Rompimos el hielo comentando el mail recibido, que comunicaba el aplazamiento del Consejo.
Empecé a explicar mis propuestas y al poco tiempo me di cuenta que esta reunión iba en serio, cogía nota de mis propuestas y comentaba conmigo, es más, desconectó móviles y llamó a varios trabajadores para mostrar el trabajo realizado.
Todas mis dudas se fueron y ese hombre que estaba en frente de mí demostró estar por encima de cualquier ideología, su finalidad era el bien de La Pinilla y cualquier idea buena sería acogida independientemente de quien la propusiera.
En mi condición de consejero veo oportuno dar ideas para mejorar el funcionamiento de La Pinilla, son porpuestas que pueden parecer buenas o menos buenas, pero siempre con el fin de ayudar. Lo que no veo bien es ser consejero para ir a las reuniones y votar de modo sistemático, sin despegar los labios en cada consejo.

Mis propuestas fueron muy bien acogidas y espero que, como acordamos, se luche por su ejecución.
En la próxima entrada comentaré algunas de las propuestas para así animar al lector a debatirlas y exponer las suyas.

En invierno tenemos a nueve kilómetros centenares de turistas que tienen que ver en Riaza una opción llamativa para alargar su día de esquí.


Piensa, Riaza.